Tras la derrota de
Cartabo en la segunda guerra púnica, los cartagineses abandonaron
Hispania y su presencia fue sustituida por la de los romanos, quienes
tuvieron que hacer frente a algunos focos de resistencia como la
sublevación de los turdetanos en el 197 a.d.C. Como consecuencia de
la victoria romana se crearon las provincias de Hispania Ulterior e
Hispania Citerior. El año 27 a.d.C, con la reorganización imperial
de Auducto, Hispania quedó dividida en tres provincias: la Bética,
la Tarraconense y la Lusitania. La Bética fue desde entonces una
provincia senatorial dirigida por un proconsul con capital en
Córduba.
La Bética tomó su nombre del río Betis (Gualdaquivir) y tuvo una importante aportación al conjunto del Imperio Romano, tanto económica como cultural y política. En el terreno económico fue muy significativa la extracción de minerales (oro, plata, cobre y plomo) y la agricultura con la producción y exportación sobretodo de cereales, aceite y vino. En el terreno político, la Bética fue durante mucho tiempo una provincia senatorial que por su alto grado de romanización, dependía del poder político del senado y no del poder militar del emperador. Además, dió a Roma los emperadores Trajano y Adriano, naturales de Itálica, y al filósofo cordobés, Seneca.
La Bética era una de las provincias más dinámicas del Imperio y de las más desarrolladas económicamente, al ser rica en recursos y al estar profundamente romanizada. La profunda romanización se vió recompensada con la concesión por parte del emperador Vespasiano de los derechos de ciudadanía romana por medio del Edipto de Latinidad.
La asimilación de la cultura romana también prepició una temprana cristianización que arraigó fuertemente en las zonas costeras y que fue marcando un nuevo desarrollo cultural en toda la península. En el siglo IV el cristianismo pasó a ser tolerado en el Imperio y después proclamado religión oficial y única permitida celebrándose en tierras béticas el concilio de Elvira.
Dentro de la Bética romana destacan ciudades como HIspalis (Sevilla), Gades (Cádiz) y Corduba (Córdoba).
Es la provincia más meridional y abarca territorios, por los que pasaba la llamada vía Augusta. Destacan sitios arqueológicos como Baelo Claudia, Itálica o Carteia.
La Bética tomó su nombre del río Betis (Gualdaquivir) y tuvo una importante aportación al conjunto del Imperio Romano, tanto económica como cultural y política. En el terreno económico fue muy significativa la extracción de minerales (oro, plata, cobre y plomo) y la agricultura con la producción y exportación sobretodo de cereales, aceite y vino. En el terreno político, la Bética fue durante mucho tiempo una provincia senatorial que por su alto grado de romanización, dependía del poder político del senado y no del poder militar del emperador. Además, dió a Roma los emperadores Trajano y Adriano, naturales de Itálica, y al filósofo cordobés, Seneca.
La Bética era una de las provincias más dinámicas del Imperio y de las más desarrolladas económicamente, al ser rica en recursos y al estar profundamente romanizada. La profunda romanización se vió recompensada con la concesión por parte del emperador Vespasiano de los derechos de ciudadanía romana por medio del Edipto de Latinidad.
La asimilación de la cultura romana también prepició una temprana cristianización que arraigó fuertemente en las zonas costeras y que fue marcando un nuevo desarrollo cultural en toda la península. En el siglo IV el cristianismo pasó a ser tolerado en el Imperio y después proclamado religión oficial y única permitida celebrándose en tierras béticas el concilio de Elvira.
Dentro de la Bética romana destacan ciudades como HIspalis (Sevilla), Gades (Cádiz) y Corduba (Córdoba).
Es la provincia más meridional y abarca territorios, por los que pasaba la llamada vía Augusta. Destacan sitios arqueológicos como Baelo Claudia, Itálica o Carteia.
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