viernes, 19 de mayo de 2017

Alonso Cano (escultor)

Alonso Cano Almansa naace en Granada el 19 de marzo de 1601 y muere el 3 de octubre de 1667.Fue un pintor, escultor y arquitecto español. Por su contribución en las tres disciplinas y la influencia de su obra en los lugares donde trabajó, se le considera uno de los más importantes artistas del barroco en España, siendo además el iniciador de la Escuela granadina de pintura y escultura. Importantes discípulos suyos fueron los pintores Juan de Sevilla, Pedro Atanasio Bocanegra y José Risueño, también escultor, y los escultores Pedro de Mena y José de Mora entre otros.





En muchas ocasiones se hace referencia a la escultura como la principal ocupación de Cano y donde ha dejado una huella más perdurable. Es frecuente que en muchos manuales de historia del arte, se le mencione casi exclusivamente como imaginero. Sin embargo, como bien argumentó Gómez-Moreno, esta afirmación es errónea. En la obra de Cano, la escultura ocupa un lugar secundario respecto a la pintura, el mismo se consideraba antetodo pintor; ninguna de sus obras es una imagen de tipo procesional y la mayoría son de pequeño tamaño. Su importancia radica más en la delicada belleza de algunas de estas joyas, que apuntan ya hacia el arte rococó y en la perfección y concentrada belleza de las mismas.
En su etapa sevillana nos deja, como escultor-retablista, sus obras más importantes que se encuentran en el retablo de Santa María de la Oliva en la iglesia de Lebrija, de 1628, que supone, en fecha tan temprana de su producción, su aportación más grandiosa como retablista con las figuras colosales de San Pedro y San Pablo. En Sevilla realizó Cano otra de sus obras más importantes, la Inmaculada que se venera en la iglesia parroquial de San Julián, escultura en madera policromada de 1,41 m de altura.
Entre su producción escultórica destaca la conocida Inmaculada del facistol de la Catedral de Granada, obra maestra realizada en 1655 en madera policromada de apenas 50 cm de altura, que por su finura y virtuosismo pronto fue trasladada a la sacristía, para protegerla mejor y a su vez favorecer su contemplación.



Alonso Cano se inicia en el arte de la escultura desde bien temprano en el propio taller de su padre Miguel, constructor y tracista de retablos, ocupación en la que la escultura tuvo un gran protagonismo junto a la arquitectura y la pintura.

Su aprendizaje se completa durante los años en que se traslada a Sevilla (1616-1638) junto a su familia. No cabe duda que su permanencia desde 1616 en el taller del pintor y teórico Francisco Pacheco facilitó que el joven Alonso adquiriera una profunda formación que no sólo aplicaría a la pintura. 

En sus obras pictóricas y escultóricas observamos multitud de cualidades similares: monumentalidad y serenidad de los personajes que consiguen transmitir una gran fuerza emocional al espectador, desde su propia intimidad y gran esencia espiritual, sin necesidad de tener que acudir a gestos exagerados.

Igualmente interesante tuvo que ser su relación con la obra del gran escultor Juan Martínez Montañés, con quien parece que pudo colaborar entre 1626 y 1629, y de él tomará la serenidad, elegancia y naturalismo de sus esculturas, así como el gusto por el tratamiento minucioso de los ropajes.

De la etapa sevillana de Cano deben señalarse las esculturas que ejecuta para el retablo mayor de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Oliva en Lebrija y muy especialmente su talla principal de la Virgen con el niño, obra maestra del arte barroco. No deben tampoco olvidarse otras obras, como la imagen de Santa Teresa realizada para la iglesia sevillana de San Alberto y hoy en el convento del Buen Suceso, o la bella Inmaculada de la iglesia de San Andrés.

Su etapa madrileña (1638-1652) se nos muestra con muchas incógnitas en lo que a la escultura se refiere y debemos movernos entre especulaciones y esculturas cuya autoría no siempre se muestra con claridad. A este momento pertenece la bella y emotiva obra de Jesús Nazareno Niño con la cruz, perteneciente a la Congregación de San Fermín de los Navarros de Madrid. Aunque no se conoce su intervención en empresas de carácter profano, no debemos descartar que pudiera trabajar en alguno de los proyectos que se estaban realizando en la Corte, en el Palacio del Buen Retiro, en el Alcázar, etc.

Una vez más será su última etapa, transcurrida en Granada (1652-1667), en la que Alonso Cano consigue presentarnos su arte más personal, y a ella debemos algunas de sus obras más famosas. Destaca entre todas ellas la bellísima y exquisita Inmaculada (1655-1656) que realizó para rematar el facistol que el mismo Cano diseñó para la Catedral, imagen que constituye un hito en el devenir de la imaginería del barroco español. También a este período pertenece el conjunto de cuatro esculturas que realizó con ayuda de su discípulo Pedro de Mena, para decorar el crucero del templo del Santo Ángel Custodio, iglesia que fue trazada por el propio Cano.

Su maestría como escultor contó con numerosos discípulos, ente los que deben recordarse dos artistas excepcionales: Pedro de Mena (1628-1668) y José de Mora (1642-1724).
Algunas de sus esculturas:
  •  Inmaculada(Granada)


Esta obra, tallada en madera de cedro entre 1655 y 1656 y de tan sólo 55 cm de altura, es posiblemente la escultura más importante de Alonso Cano y una de las más emblemáticas de la imaginería española del siglo XVII. Fue realizada para rematar el gran facistol catedralicio, diseñado por el propio Cano, aunque su extremada belleza hizo que el cabildo decidiera trasladarla a la sacristía para facilitar su contemplación.
Una vez más hay que resaltar la serenidad de esta pequeña escultura, cuya verticalidad se ve compensada por la pequeña torsión de su cuerpo, el giro de la cabeza y la posición de las manos. De nuevo Cano renuncia a la utilización de gestos pronunciados y no por ello se reduce la carga emocional que la obra nos transmite. Especial mención merece el tratamiento minucioso del ropaje de la Virgen cuyo dinamismo concede a la figura un gran sentido de ascensionalidad.

Al igual que otras obras de similar temática del propio Alonso Cano, o de otras realizadas por importantes artistas como Murillo o Zurbarán, es necesario recordar el protagonismo que tuvo la representación de la Virgen Inmaculada en el barroco español de la mano de la Contrarreforma, frente a los ataques y críticas protestantes, y fue España el país donde el tema de la Inmaculada gozó de mayor éxito. De ahí que los pintores y escultores estudiasen continuamente el tema para conseguir representar de forma tangible un símbolo de profunda dimensión teológica. En esta obra de Cano se culminó toda una línea de investigación, y por ello se convirtió en un modelo continuo que sería posteriormente repetido en infinidad de ocasiones.

  • Jesús Nazareno de niño con la cruz a cuestas


Con apenas 80 cm de altura en esta obra atribuida a Alonso Cano, vemos una de las constantes del arte barroco surgido tras la Contrarreforma y el Concilio de Trento que intenta conmover la devoción del espectador mediante los sentimientos, en este caso mediante el artificio dramático que fusiona la infancia y la pasión de Cristo. Desgracia- damente no termina de ser clara su autoría, aunque su atribución a Cano se avala por la extraordinaria calidad de la pieza, por su serena y contenida belleza, por el minucioso tratamiento del ropaje, por su carga emocional
que evita la exageración de los gestos, etc.

Parece que pudo ser realizada hacia 1657 cuando Cano se traslada por unos meses desde Granada a Madrid.

  •  Virgen de la Oliva

  
Se trata de la imagen titular del retablo mayor de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Oliva, que realizó el artista en torno a 1630. Con una altura de 1,83 m, debe destacarse la intensa belleza y serena monumentalidad que Cano consigue plasmar en esta magistral figura de la Virgen con el niño. A nivel global se ha hablado de una composición de tipo «ánfora» en la que destaca la verticalidad de María compensada por la diagonal que conforma la disposición de su pierna derecha y la figura desnuda del niño que sujeta entre sus brazos. Especial protagonismo adquiere el tratamiento del amplio ropaje que viste la Virgen, el cual dota a la escena de un interesante ritmo que compensa el estatismo de los personajes.
La policromía de la obra, en la que predominan los adornos de oro y en relieve sobre un fondo azul, se debe al artista Pablo Legot.
En el mismo retablo destacan otras dos estatuas del propio Cano rematando sus dos calles laterales; nos referimos a las monumentales figuras de San Pedro y San Pablo.
  •  Virgen de Belén



 Esta pequeña talla de 45 cm fue realizada por Alonso Cano para rematar el facistol que diseñó para la catedral y para sustituir la escultura de la Inmaculada que a su vez él mismo talló y que por su belleza fue llevada a la Sacristía para facilitar su contemplación. Cano en su etapa granadina (1652-1667) tuvo una especial inclinación hacia las obras escultóricas de pequeño formato, y parece que en ellas es capaz de mostrar una mayor intimidad.
 De nuevo destacaremos la belleza serena de la imagen y el minucioso tratamiento de los ropajes de María que destacan frente a la desnudez del niño. En la producción de Alonso Cano volveremos a encontrar la misma temática en varias obras pictóricas, caso de la Virgen del Lucero del Museo del Prado, o en la Virgen de Belén del Palacio Arzobispal de Granada.

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