En muchas ocasiones se hace referencia a la escultura como la principal ocupación de Cano y donde ha dejado una huella más perdurable. Es frecuente que en muchos manuales de historia del arte, se le mencione casi exclusivamente como imaginero. Sin embargo, como bien argumentó Gómez-Moreno, esta afirmación es errónea. En la obra de Cano, la escultura ocupa un lugar secundario respecto a la pintura, el mismo se consideraba antetodo pintor; ninguna de sus obras es una imagen de tipo procesional y la mayoría son de pequeño tamaño. Su importancia radica más en la delicada belleza de algunas de estas joyas, que apuntan ya hacia el arte rococó y en la perfección y concentrada belleza de las mismas.
En su etapa sevillana nos deja, como escultor-retablista, sus obras más importantes que se encuentran en el retablo de Santa María de la Oliva en la iglesia de Lebrija, de 1628, que supone, en fecha tan temprana de su producción, su aportación más grandiosa como retablista con las figuras colosales de San Pedro y San Pablo. En Sevilla realizó Cano otra de sus obras más importantes, la Inmaculada que se venera en la iglesia parroquial de San Julián, escultura en madera policromada de 1,41 m de altura.
Entre su producción escultórica destaca la conocida Inmaculada del facistol de la Catedral de Granada, obra maestra realizada en 1655 en madera policromada de apenas 50 cm de altura, que por su finura y virtuosismo pronto fue trasladada a la sacristía, para protegerla mejor y a su vez favorecer su contemplación.
Alonso Cano se inicia en el arte de la escultura desde bien temprano en el propio taller de su padre Miguel, constructor y tracista de retablos, ocupación en la que la escultura tuvo un gran protagonismo junto a la arquitectura y la pintura.
Su
aprendizaje se completa durante los años en que se traslada a
Sevilla (1616-1638) junto a su familia. No cabe duda que su
permanencia desde 1616 en el taller del pintor y teórico Francisco
Pacheco facilitó que el joven Alonso adquiriera una profunda
formación que no sólo aplicaría a la pintura.
En sus obras pictóricas y escultóricas observamos multitud de cualidades similares: monumentalidad y serenidad de los personajes que consiguen transmitir una gran fuerza emocional al espectador, desde su propia intimidad y gran esencia espiritual, sin necesidad de tener que acudir a gestos exagerados.
En sus obras pictóricas y escultóricas observamos multitud de cualidades similares: monumentalidad y serenidad de los personajes que consiguen transmitir una gran fuerza emocional al espectador, desde su propia intimidad y gran esencia espiritual, sin necesidad de tener que acudir a gestos exagerados.
Igualmente
interesante tuvo que ser su relación con la obra del gran escultor
Juan Martínez Montañés, con quien parece que pudo colaborar entre
1626 y 1629, y de él tomará la serenidad, elegancia y naturalismo
de sus esculturas, así como el gusto por el tratamiento minucioso de
los ropajes.
De
la etapa sevillana de Cano deben señalarse las esculturas que
ejecuta para el retablo mayor de la iglesia parroquial de Nuestra
Señora de la Oliva en Lebrija y muy especialmente su talla principal
de la Virgen con el niño, obra maestra del arte barroco. No deben
tampoco olvidarse otras obras, como la imagen de Santa Teresa
realizada para la iglesia sevillana de San Alberto y hoy en el
convento del Buen Suceso, o la bella Inmaculada de la iglesia de San
Andrés.
Su
etapa madrileña (1638-1652) se nos muestra con muchas incógnitas en
lo que a la escultura se refiere y debemos movernos entre
especulaciones y esculturas cuya autoría no siempre se muestra con
claridad. A este momento pertenece la bella y emotiva obra de Jesús
Nazareno Niño con la cruz, perteneciente a la Congregación de San
Fermín de los Navarros de Madrid. Aunque no se conoce su
intervención en empresas de carácter profano, no debemos descartar
que pudiera trabajar en alguno de los proyectos que se estaban
realizando en la Corte, en el Palacio del Buen Retiro, en el Alcázar,
etc.
Una
vez más será su última etapa, transcurrida en Granada (1652-1667),
en la que Alonso Cano consigue presentarnos su arte más personal, y
a ella debemos algunas de sus obras más famosas. Destaca entre todas
ellas la bellísima y exquisita Inmaculada (1655-1656) que realizó
para rematar el facistol que el mismo Cano diseñó para la Catedral,
imagen que constituye un hito en el devenir de la imaginería del
barroco español. También a este período pertenece el conjunto de
cuatro esculturas que realizó con ayuda de su discípulo Pedro de
Mena, para decorar el crucero del templo del Santo Ángel Custodio,
iglesia que fue trazada por el propio Cano.
Su
maestría como escultor contó con numerosos discípulos, ente los
que deben recordarse dos artistas excepcionales: Pedro de Mena
(1628-1668) y José de Mora (1642-1724).
Algunas de sus esculturas: - Inmaculada(Granada)
Esta
obra, tallada en madera de cedro entre 1655 y 1656 y de tan sólo 55 cm de altura, es
posiblemente la escultura más importante de Alonso Cano y una de las más emblemáticas
de la imaginería española del siglo XVII. Fue realizada para rematar el gran facistol
catedralicio, diseñado por el propio Cano, aunque su extremada belleza hizo que el
cabildo decidiera trasladarla a la sacristía para facilitar su contemplación.
Una vez más hay que resaltar la serenidad de esta
pequeña escultura, cuya verticalidad se ve compensada por la pequeña torsión de su
cuerpo, el giro de la cabeza y la posición de las manos. De nuevo Cano renuncia a la
utilización de gestos pronunciados y no por ello se reduce la carga emocional que la obra
nos transmite. Especial mención merece el tratamiento minucioso del ropaje de la Virgen
cuyo dinamismo concede a la figura un gran sentido de ascensionalidad.
Al igual que otras obras de similar temática del
propio Alonso Cano, o de otras realizadas por importantes artistas como Murillo o Zurbarán, es
necesario recordar el protagonismo que tuvo la representación de la Virgen Inmaculada en
el barroco español de la mano de la Contrarreforma, frente a los ataques y críticas
protestantes, y fue España el país donde el tema de la Inmaculada gozó de mayor éxito.
De ahí que los pintores y escultores estudiasen continuamente el tema para conseguir
representar de forma tangible un símbolo de profunda dimensión teológica. En esta obra
de Cano se culminó toda una línea de investigación, y por ello se convirtió en un
modelo continuo que sería posteriormente repetido en infinidad de ocasiones.
- Jesús Nazareno de niño con la cruz a cuestas
Con apenas 80 cm de altura en esta obra atribuida a Alonso Cano, vemos una de las constantes del arte barroco surgido tras la Contrarreforma y el Concilio de Trento que intenta conmover la devoción del espectador mediante los sentimientos, en este caso mediante el artificio dramático que fusiona la infancia y la pasión de Cristo. Desgracia- damente no termina de ser clara su autoría, aunque su atribución a Cano se avala por la extraordinaria calidad de la pieza, por su serena y contenida belleza, por el minucioso tratamiento del ropaje, por su carga emocional
que evita la exageración de los gestos, etc.
Parece que pudo ser realizada hacia 1657 cuando Cano se traslada por unos meses desde Granada a Madrid.
- Virgen de la Oliva
Se trata de la imagen titular del retablo mayor de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Oliva, que realizó el artista en torno a 1630. Con una altura de 1,83 m, debe destacarse la intensa belleza y serena monumentalidad que Cano consigue plasmar en esta magistral figura de la Virgen con el niño. A nivel global se ha hablado de una composición de tipo «ánfora» en la que destaca la verticalidad de María compensada por la diagonal que conforma la disposición de su pierna derecha y la figura desnuda del niño que sujeta entre sus brazos. Especial protagonismo adquiere el tratamiento del amplio ropaje que viste la Virgen, el cual dota a la escena de un interesante ritmo que compensa el estatismo de los personajes.
La policromía de la obra, en la que predominan los adornos de oro y en relieve sobre un fondo azul, se debe al artista Pablo Legot.
En el mismo retablo destacan otras dos estatuas del propio Cano rematando sus dos calles laterales; nos referimos a las monumentales figuras de San Pedro y San Pablo.
- Virgen de Belén
Esta pequeña
talla de 45 cm fue realizada por Alonso Cano para rematar el facistol que diseñó para la
catedral y para sustituir la escultura de la Inmaculada que a su vez él mismo talló y
que por su belleza fue llevada a la Sacristía para facilitar su contemplación. Cano en
su etapa granadina (1652-1667) tuvo una especial inclinación hacia las obras
escultóricas de pequeño formato, y parece que en ellas es capaz de mostrar una mayor intimidad.
De nuevo
destacaremos la belleza serena de la imagen y el minucioso tratamiento de los ropajes de
María que destacan frente a la desnudez del niño. En la producción de Alonso Cano
volveremos a encontrar la misma temática en varias obras pictóricas, caso de la Virgen
del Lucero del Museo del Prado, o en la Virgen de Belén del Palacio Arzobispal de
Granada.
-Libros:
-Libros:
- Escultura Barroca Española: https://books.google.es/books?id=ZM60DAAAQBAJ&pg=PT122&dq=alonso+cano+escultura&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjjt6T9zPzTAhVGqxoKHY7lBgsQ6AEIKzAC#v=onepage&q=alonso%20cano%20escultura&f=false
Alonso Cano, 1601-1667: y la escultura andaluza hacia 1600: https://books.google.es/books?id=LG7qAAAAMAAJ
-Páginas de info:
- http://cvc.cervantes.es/actcult/cano/escultor/
- http://www.iaph.es/patrimonio-mueble-barroco-andalucia
- https://es.wikipedia.org/wiki/Alonso_Cano
- http://cvc.cervantes.es/actcult/cano/escultor/escultor.htm
- http://cvc.cervantes.es/actcult/cano/escultor/escultor03.htm
- http://www.iaph.es/patrimonio-mueble-barroco-andalucia/
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